ARTURO JAURETCHE (1966):
(Fragmentos)
“El medio pelo en la Sociedad Argentina (Apuntes
para una sociología nacional)”
IDENTIFICACIÓN DEL MEDIO PELO
En principio decir que un individuo o un grupo es de medio
pelo implica señalar una posición equívoca en la sociedad; la situación forzada
de quien trata de aparentar un status superior al que en realidad posee. Con lo
dicho está claro que la expresión tiene un valor históricamente variable según
la sociedad donde se aplica. Medio pelo es el sector que dentro de la sociedad
construye su status sobre una ficción en que las pautas vigentes son las que
corresponden a una situación superior a la suya, que es la que se quiere
simular.
Cuando en la Argentina cambia la estructura de la sociedad
tradicional por una configuración moderna que redistribuye las clases, el medio
pelo está constituido por aquella que intente fugar de su situación real a un
sector que no es el suyo y que considera superior. Esta situación por razones
obvias no se da en la alta clase porteña, que es el objeto de la imitación;
tampoco en los trabajadores ni en el grueso de la clase media. El equívoco se
produce a un nivel intermedio entre la clase media y la clase alta, entre una burguesía
en ascenso y sectores ya desclasados de la alta sociedad.
EL MEDIO PELO Y LA NUEVA BURGUESÍA
A la sombra de esa expansión del mercado interno y el
correlativo desarrollo industrial surgió una nueva promoción de ricos, distinta
a la de los propietarios de la tierra. Según los cánones de la vieja clase,
buscó la figuración, el prestigio y el buen tono. Pero no lo fue a buscar como
los modelos propuestos lo habían hecho a París o a Londres. Creyó encontrarla
en bailes de lujo, en los departamentos del Barrio Norte, en los clubes
supuestamente aristocráticos y malbarató su posición burguesa a cambio de una
simulada situación social. No quiso ser guaranga, como corresponde a una
burguesía en ascenso, y fue tilinga, como corresponde a la imitación de una
aristocracia.
Esta nueva burguesía evadió gran parte de sus recursos
hacia la construcción de propiedades territoriales y cabañas que le abrieran el
status de ascenso al plano social que buscaba. Fue incapaz de comprender que el
sindicato era la garantía del mercado que su industria estaba abasteciendo y
que todo el sistema económico que le molestaba, en cuanto significaba trabas a
su libre disposición, era el que le permitía generar los bienes de que estaba
disponiendo. Pero, ¿cómo iba a comprenderlo si no fue capaz de comprender que
los chismes y las injurias que repetía contra los "nuevos" de la
política o del gremio eran también dirigidos a su propia existencia? Así
asimiló todos los prejuicios y todas las consignas de los terratenientes, que
eran sus enemigos naturales, sin comprender que los chistes y las injurias también
eran válidos para ella. Perdió el rumbo. Pero no se extravió como la vieja
clase en los altos niveles del gran mundo internacional. Se extravió aquí
nomás, entre San Isidro y La Recoleta, y no la llevaron de la mano los grandes
señores de la aristocracia europea, sino unos primos pobres de la oligarquía
que jugaron ante ella el papel de vieja clase.
DE BURGUESÍA A ARISTOCRACIA DEPENDIENTE
La alta clase había olvidado por completo el origen
comercial de su posición y con el boom de la prosperidad, el manejo del
comercio internacional se le fue de las manos, para pasar a las corporaciones
extranjeras que instalaban sus sucursales en la city porteña y concentraban en
manos imperiales (de Gran Bretaña en su mayor parte) la exportación, la
importación, y los préstamos.
Hay un destino reservado para la alta clase, cuando los
patrimonios entran en decadencia, o cuando no se está en los niveles más
elevados: la Facultad de Derecho provee de abogados a las empresas de capitales
extranjeros, y Directores a las Sociedades Anónimas, que son la representación
local de aquellos intereses. Abogados y directores son baratos, pues reciben
como un favor el que hacen; es la mentalidad del cipayo que hasta cree estar
sirviendo a su país cuando sirve directores extranjeros; el sistema se
perfecciona con gobernantes, jueces y maestros de la misma mentalidad.
Ser burgués disminuye, ser cipayo o vendepatria,
jerarquiza. Luego esa incapacidad prendida se imputará también a la herencia
hispánica, católica, indígena, etc. El país ya está realizado para quienes
tienen del mismo la idea de que el país son ellos, y contemplan al resto, como
desde la metrópoli contemplan al conjunto.
APARECE EL "MEDIO PELO"
Se trata del sector de la clase media más calificado
intelectualmente, según las viejas medidas de nuestra cultura y ubicado en los
niveles más altos de la clase. Es, como lo señalo, el que más provecho sacaba
de la nueva situación, pero el más incapacitado para comprender su papel
histórico por su falsa situación que lo coloca en el filo de la clase media y
la burguesía, y al mismo tiempo fuera de ellas por su atribución de un status
que cree superior a las mismas. Íntimamente no se siente parte de ellas.
Esta
gente, por su procedencia, es de clase media, pero psicológicamente ya está
disociada de la misma. En realidad, es la burguesía naciente de un país que
comienza a construir su propio capitalismo. Pero la cuestión es que no quiere
ser burguesía y negando el status adecuado entra en la simulación de otro que
no le pertenece. No es ni "fu ni fa", ni "chicha ni limonada".
Es todo el conjunto de expresiones sociales que antes
constituían el primer plano de la clase media de los barrios. Pero el barrio le
va chico; además, la importancia de barrio ha perdido significado al romperse
las fronteras que los separaban y diluirse en la ciudad de los domicilios
identificados por piso y departamento. Ahora a nivel de estos triunfadores, el
barrio los disminuye: un médico o un abogado de barrio no es más que eso, un
médico o un abogado de barrio, lo que resulta negativo. Vivir en la fábrica o
cerca de la fábrica quita valor al burgués entre los burgueses.
El Jefe de Relaciones Públicas o el Ejecutivo de empresas
no puede ofrecer su casa si vive en Villa Urquiza o en Flores, en Barracas o la
Boca. Pero aquí ya comienza el juego de los engaños que iremos viendo. Porque
hay que salir del barrio para parecer "bien" ante los otros
burgueses, que a su vez tienen que hacer lo mismo para aparecer bien ante
éstos. Salir del barrio en Buenos Aires significa domiciliarse en el Norte,
desde la Plaza San Martín a San Fernando y desde Avenida Santa Fe al río. Esto
también puede obedecer a razones de comodidad y confort. De todos modos es
comprensible burguesamente, porque hasta ahora es una cuestión de intereses. Y
aquí estamos ya en la ficción del status cuando no obedece a las exigencias
prácticas de la burguesía, sino a la necesidad inversa: la ocultación o la
disimulación de la condición burguesa. Porque si en el primer caso la actitud
importa la afirmación en el propio status, en el segundo importa la evasión del
mismo, es decir la frustración de la clase como burguesía.
Es el caso que he referido en una nota periodística. La
transcribo:
Sé que un fulano se ha gastado quince
millones de pesos en un departamento en la Avenida del Libertador. Nos
encontramos y le adivino la intención de informarme de su compra, como
corresponde al guarango. Pero yo quiero saber si está frustrado como tal y lo
madrugo diciéndole antes de que me dé la noticia:
—Estoy muy afligido
por un amigo que se ha gastado más de diez millones en un departamento de la Avenida
del Libertador ...
— ¿Y por que se
aflige? —me pregunta inquieto.
—Y... por que la
Avenida del Libertador no es "bien"...
—Pero entonces... ¿Qué
es "bien"? —pregunta desesperado.
—"Bien" es
de la Plaza San Martín hasta la Recoleta, desde Santa Fe al bajo. Y dentro de
ese radio, "bien", muy "bien", el "codo aristocrático
de Arroyo": las calles Juncal, Guido, Parera...
Le veo en la cara al
hombre que está desesperado. Y entonces lo remato.
—La Avenida del
Libertador es como tener un leopardo de tapicería sobre el respaldo del asiento
trasero del coche...
Pienso que lo hecho es
una crueldad, pero la investigación "científica" es así... cruel como
la vivencia.
Yo quería saber si el
hombre era un burgués con toda la barba o un tímido burguesito en camino de terminar
en tilingo. El que es verdaderamente burgués sigue adelante, cumple su gusto,
se realiza con la arrogancia del vencedor y compra en la Avenida del
Libertador, precisamente porque es caro, porque acredita su victoria y la
prestigia ante los burgueses.
Si quiere barrio,
compra; y si quiere avenida y mujer distinguida, compra también. Podría citar
casos que todos conocen. El que es burgués de veras no se achica; no se acomoda
a los esquemas y limitaciones de los tilingos.
LA BÚSQUEDA DEL
PRESTIGIO Y EL MEDIO PELO
El motor que dinamiza a la gente del "medio pelo"
es la búsqueda del prestigio. El ridículo de su situación surge en el caso de
que la búsqueda no tiende a la afirmación de la personalidad; nace de la
simulación de situaciones falsas que obligan a ocultar la propia realidad de
los componentes (en unos, la deficiente situación económica; en otros, la
carencia de los elementos culturales que caracterizan el status que intentan
imitar) y de la consiguiente adopción de pautas pertenecientes a otro grupo al
que pretenden integrarse.
EL RACISMO DEL
"MEDIO PELO"
En el artículo que he citado
reiteradamente digo: "El racismo es otra forma frecuente de la
tilinguería”.
"La tilinguería racista no es de ahora
y tiene la tradición histórica de todo el liberalismo. Su padre más conocido es
Sarmiento, y ese racismo está contenido implícitamente en el dilema de
"civilización y barbarie". Todo lo respetable es del Norte de Europa,
y lo intolerable, español o americano, mayormente si mestizo. De allí la imagen
del mundo distribuido por la enseñanza y todos los medios de formación de la
inteligencia que han manejado la superestructura cultural del país.
"Recuerdo que
cuando cayó Frondizi, uno de los tilingos racistas me dijo, en medio de su
euforia:
"—¡Por fin cayó
el italiano! —Se quedó un poco perplejo cuando yo le contesté:
"—¡Sí! Lo volteó
Poggi.
"Muchos estábamos
enfrentados a Frondizi; pero es bueno que no nos confundan con estos otros que
al margen de la realidad argentina, tan itálica en el presidente como en el
general que lo volteó, sólo se guiaban por los esquemas de su tilinguería.
La verdad es que ni el
presidente ni el general son italianos. Simplemente son argentinos de esta
Argentina real que los liberales apuraron cortando las raíces.”
"Esa mentalidad
tiene una escala de valores raciales que se identifica por los apellidos cuando
son extranjeros. Arriba están los nórdicos, escandinavos, anglosajones y
germánicos; después siguen los franceses; después los bearneses y los vascos;
más abajo los españoles y los italianos, y al último, muy lejos, los turcos y
los judíos. Cuando yo era chiquilín nunca oí nombrar a un inglés, sin decir
"Don", aunque estuviera "mamao hasta las patas". El
francés, a veces, ligaba el don; y en ocasiones también el vasco. Jamás el
español, que era “gallego de ...”, lo mismo que el italiano "gringo de
..." ¿Para qué hablar del turco y del ruso?"
EL MAESTRO CIRUELA
Claro
está que en el rango más inferior de esta escala de valores raciales está el
criollo. Pero esta escala no la ha fabricado el "medio pelo". Está en el entresijo de la enseñanza: en
nuestro libro, en nuestra Universidad, en nuestra escuela. Tan en el entresijo
que ya no hace falta repetirlo, porque hay un acuerdo tácito y los
descendientes de cada una de las razas ocupan su lugar en el palo del gallinero
a la hora de dormir, y las que están abajo aceptan como cosa natural que las de
arriba ...
Oigamos un poco esta música.
"...Se dirá
sórdido como un judío, falso como un griego, sanguinario, inmoral como un argentino."
Supondrán que esto lo
ha dicho una señora, de las que suelen concentrarse en la calle Austria y Santa
Fe para pedir la reaparición del modelo racial que admiran.
¡No! ¡Esto es de
Sarmiento! ¡El Gran Sarmiento! Está en toda su obra disimulado por los
profesionales del sarmientismo.
LA GRAN PAUTA DE
COMPORTAMIENTO
No toda
la gente que se ubica contra el movimiento peronista nacido en 1945 es
"medio pelo"; pero todo el "medio pelo" está en esa
posición, porque estar contra el peronismo convierte el signo negativo en un
signo afirmativo del status que se busca.
A
través de la Unidad Democrática (oposición a Perón en 1946) la gente del
"medio pelo" ha tenido por un tiempo la ilusión del mismo status con
la clase alta. Necesita aferrarse a las pautas que motivaron su convivencia y
el "antiperonismo" le resulta el único nexo subsistente. Con el
transcurso del tiempo se convierte en el símbolo por excelencia y así el antiperonismo
se convierte en la pauta de las pautas: la Gran Pauta de comportamiento y también
ideológica.
Para
el pensamiento del "medio pelo" se ha reconstituido la separación
entre gente principal, "parte sana y decente" de la población, y
clase inferior constituida por los "negros". Creo que con esto está
bien claro que Perón o Peronismo no son más que nombres ocasionales, pretextos;
el antiperonismo es tan hecho social como el peronismo; mientras aquel es el
nombre que tiene la integración de toda la sociedad argentina en una nueva configuración,
éste expresa la resistencia a la misma. Perón o Mongo, ese es el hecho
adjetivo. Lo sustantivo es lo que se acaba de decir y se repetirá respecto del
hombre o del grupo social que aparezca encabezando la integración social.
La
vigencia de las pautas negativas respecto de lo popular generó a su vez
reacciones defensivas que se convirtieron en pautas valorativas, tal como
ocurrió con la expresión "descamisado",
que terminó por ser signo positivo de afirmación. De la misma forma "oligarca" y hasta "cipayo" y "vendepatria", concluyeron
siendo calificaciones aceptadas que el "medio pelo" asumió entre
humorística y complacidamente, ya que se confirmaban las dos segundas con sus
pautas ideológicas, y la primera con la pauta de comportamiento.
Así el término
"grasa" también adquirió un
sentido reivindicatorio, por oposición al adversario, y ser "grasa" se hizo necesario en
el dirigente político y gremial del peronismo, a pesar del contraste con el
ascenso económico y particular del dirigente, a pesar del reloj-pulsera,
inevitablemente de oro, y la cómoda casita.
Recuerdo
un episodio que me ocurrió en una reunión en Remedios de Escalada. Se discutía
una posición del movimiento peronista, y dos de mis oponentes para debilitar
mis proposiciones invocaban constantemente su condición de "grasas",
colocándome en el debate, como si yo fuera "sapo de otro pozo". Se
trataba de dos ferroviarios y les advertí que en primer término, en el
movimiento peronista ya no había "grasas" (calificación correspondiente
a la etapa anterior al ascenso de peones a obreros). Los concurrentes allí eran
obreros y no "grasas" y ese ascenso era el significado social del
movimiento peronista, agregando que si aceptábamos que los obreros eran
"grasas" y no trabajadores, lo único que estaríamos afirmando es que
en vez de un ascenso social habrían desarrollado un descenso.
Más
tratándose de ferroviarios, que nunca habían sido "grasas" sino un
sector privilegiado dentro de los trabajadores argentinos. Casi afirmaría, agregué, y sin conocerlos, que ustedes dos tienen casa
propia y están en riesgo de ser calificados como "oligarcas" en un
planteo como el que traen. Se trata de una petición de mala fe y exijo que los
compañeros presentes se pronuncien al respecto. Se pronunciaron y los dos
supuestos "grasas" se llamaron a silencio.
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